domingo, 22 de marzo de 2015

Utopía.

Luces de neón, música alta, humo, licor en vasos rojos, colillas de cigarrillo, y demás drogas; todo esto constituye el lugar donde me encuentro, donde nos encontramos. No estoy solo, un centenar de personas bailan a mí alrededor, perdidos en sus pensamientos, bailando su propia música, liberándose de sus ataduras terrenales, riendo, llorando y gozando como si fuera su última noche en la tierra; en esta tierra de almas, almas perdidas, tristes, confundidas, alegres, exuberantes, almas que bailan unas con otras intercambiando energía, calor, sustancias, vida y emociones. Todos vienen a este lugar, esta utopía como me gusta llamarla, el lugar donde tus mejores deseos, tus peores miedos y tus más oscuros pecados se cumplen, donde eres libre de ser y hacer lo que quieras sin preocuparte por el qué dirán; un lugar donde nada es blanco y nada es negro, todo es de colores brillantes, como la puesta de sol y el amanecer. Todos viven sus últimos minutos de vida aquí, mueren con libertad y renacen de sus deseos consumidos, con una esperanza renovada de que todo esto vuelva a suceder.

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