Utopía.
Luces de neón, música alta, humo, licor
en vasos rojos, colillas de cigarrillo, y demás drogas; todo esto constituye el
lugar donde me encuentro, donde nos encontramos. No estoy solo, un centenar de
personas bailan a mí alrededor, perdidos en sus pensamientos, bailando su propia
música, liberándose de sus ataduras terrenales, riendo, llorando y gozando como
si fuera su última noche en la tierra; en esta tierra de almas, almas perdidas,
tristes, confundidas, alegres, exuberantes, almas que bailan unas con otras
intercambiando energía, calor, sustancias, vida y emociones. Todos vienen a
este lugar, esta utopía como me gusta llamarla, el lugar donde tus mejores
deseos, tus peores miedos y tus más oscuros pecados se cumplen, donde eres
libre de ser y hacer lo que quieras sin preocuparte por el qué dirán; un lugar
donde nada es blanco y nada es negro, todo es de colores brillantes, como la
puesta de sol y el amanecer. Todos viven sus últimos minutos de vida aquí,
mueren con libertad y renacen de sus deseos consumidos, con una esperanza
renovada de que todo esto vuelva a suceder.
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